HOMENAJE AL MAESTRO POPULAR COMUNITARIO DEL ECUADOR

HOMENAJE AL MAESTRO POPULAR COMUNITARIO.-

En el siglo pasado, hace unos 20 años poco, más o menos, los gobiernos habían descuido totalmente la educación de los niños y niñas de las zonas rurales. Los padres de familia preocupados, organizaban escuelas comunitarias.  Debajo de cualquier ramada, con cañas, palos, zinc viejos y buena voluntad, una maestro o un maestro contratados, reunía a los niños, desde los cinco años hasta los doce más o menos, para tratar de enseñarles a leer, escribir, sumar, restar y algo de las ciencias naturales y de la historia y geografía de nuestra Patria.

En el Ministerio de Educación había una dirección de Educación Popular, encargada de alfabetizar a adultos y de enseñarles cosas prácticas. Los alfabetizadores, no tenían un sueldo sino una “bonificación” que era mejor que nada.   Muchos de estos maestros, con un tremendo sentido de solidaridad y patriotismo, además de cumplir con sus tareas con los adultos en las tardes, dedicaban la mañana a ser los profesores de las escuelas comunitarias, pues así aliviaban los escuálidos bolsillos de los campesinos.  Después, esta modalidad se adoptó también en los suburbios de las ciudades grandes.

¡Qué de penurias pasaron estos maestros de educación popular!  Es que entonces, los caminos sólo eran de tierra desbrozada y con cualquier lluvia se convertían en pistas de patinaje, no había puentes y había que esperar que alguien ponga a disposición una canoa y caminar muchas horas!  Y el fuerte sol en esas ramadas que servían para que hagan sus casas las avispas!

En condiciones realmente precarias para niños y maestros, se desenvolvían las clases donde estos maestros enseñaban a amar la Patria sin tener ni un mapa siquiera; enseñaban el Himno Nacional pero los niños jamás lo habían escuchado puesto que la energía eléctrica no llegaba a esos lares, así que los niños, poniéndose de pie, con la maestra al frente, lo recitaban. El pizarrón vetusto en el que no se borraba bien la tiza… Por supuesto que no había ni letrinas…

Estos maestros, educadores populares, además, se convertían en líderes de la comunidad y eran los que escribían oficios y cartas a las autoridades municipales, provinciales, nacionales, pidiendo atención a las necesidades colectivas de aldeas, recintos, parroquias.

Conocí a muchos de estos maestros y maestras, de una abnegación sin par, alegres, entusiastas, optimistas, generosos, a pesar de lo pesado que era cumplir su misión.  Los conocí cuando fui consejera provincial del Guayas y, la mayoría del Consejo,  decidió que yo vaya a la Comisión de Educación, que era la que jamás tenía presupuesto y a nadie le importaba pues, desde entonces, la favorita era la de Obras Públicas que era la que manejaba los contratos de caminos y carreteras.  Pudimos salir adelante con tesón, iniciativas creativas y honestidad recordando a mi abuela: Allí donde Dios te sembró tienes que aprender a florecer.

Participé en varias de sus luchas por lograr que las “bonificaciones” subieran algo: empezaron con S/. 40 al mes; costó mucho esfuerzo subir a S/ 80 al mes. Y así, poco a poco fueron luchando por exigir equidad y reconocimiento a su labor. En el gobierno del Dr. Rodrigo Borja, el Ministro Arq. Vera Arrata, emprendió en un plan para profesionalizar a estos maestros populares comunitarios y permitirles que se incorporen al magisterio fiscal y gocen de sus beneficios y derechos.

Desde el 2008,  esos hombres y mujeres abnegados a quienes la Patria les debe un GRACIAS muy grande, han sido por fin reconocidos como maestros y hay ya la normativa legal que les permite hacer uso de sus derechos, especialmente, el acceso a la seguridad social.  Incluso, el IESS ha emitido una glosa al Ministerio de Educación, para que entregue los aportes que les corresponde a estos nobles ciudadanos por tantos años de servicio a la Patria.

Sin embargo, desde el 2008 a la fecha, el Ministerio de Educación, se  ha negado a cumplir   con su obligación, violando así los derechos de estos ciudadanos que su gran mayoría están viejitos y enfermos y totalmente excluidos del buen vivir.

Mi homenaje a ellos, que siguen luchando con fe y optimismo en un nuevo Ecuador, más justo, digno y solidario.