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MIGRACIÓN NIÑEZ Y FAMILIA – Cecilia Calderón
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MIGRACIÓN NIÑEZ Y FAMILIA

MIGRACIÓN NIÑEZ Y FAMILIA

MIGRACIÓN, NIÑEZ Y FAMILIA

 

Las Naciones Unidas, el 20 de noviembre de 1989, aprobaron la CONVENCIÓN INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS DEL NIÑO, la misma que entró en vigor el 2 de septiembre de 1990.  Esta convención se aprobó después de 10 años de estudios y reuniones que dieron como resultado la necesidad de reconocer que los niños y niñas no son “menores” –como antes se los llamaba- sino que gozan de los mismos derechos que las personas adultas y otros especiales, dada la vulnerabilidad de los humanos en los primeros dieciocho años de vida.  Se reconoció el principio del interés superior del niño, la ciudadanía universal, la importancia de la familia como corresponsable junto con la sociedad y el Estado, de que los niños ejerzan efectivamente los derechos.  El Ecuador fue el tercer país del mundo en adoptarla y el primero en América, evidenciándose la preocupación por garantizar a nuestros niños y niñas, el goce de sus derechos.  Esta Convención es la que más adhesiones de los países del mundo ha recibido  pues sólo dos estados no la han ratificado, Zambia y Estados Unidos.

Según se declaró en el Plan de Acción de la Cumbre Mundial a favor de la Infancia en 1990, “No hay causa que merezca más alta prioridad que la protección y el desarrollo del niño, de quien dependen la supervivencia, la estabilidad y el progreso de todas las naciones y, de hecho, de la civilización humana.”

La Convención de Derechos del Niño así como la Constitución del Ecuador y el Código de Niñez y Adolescencia, reconocen a todo niño, niña y adolescente, el derecho a tener y crecer en el seno de la familia, a ser acogidos y no ser expulsados de ellas lo que  permite relacionar al niño a una historia, a afianzar su identidad, le da raíces y, sobretodo, le ofrece un área de protección contra la violación de sus derechos. En todos los casos, la familia debe proporcionarles un clima de afecto y comprensión que permita el disfrute y respeto de sus derechos y su desarrollo integral.

Los niños alejados de su familia, se convierten en víctimas fáciles de la violencia, la explotación, la trata, la discriminación.

Este derecho, que parece ser obvio, es uno de los que más se vulnera a los niños, niñas y adolescentes por la migración de sus padres puesto que el 36% de mujeres y el 40% de hombres que emigraron afirman haber dejado hijos menores de 18 años en el Ecuador, ya sea al cuidado de los abuelos, de los hermanos mayores o de personas conocidas, según un estudio realizado por Enemdu en  2005. Los impactos negativos que sufren los niños por la migración de los padres, son afectivos: sensación de abandono, de soledad, de falta de ternura, incidencia en construcción de identidades y proyectos de vida; sociales: estigmatización, asunción de responsabilidades y roles maternos y paternos prematuros, modificación de roles, inclusión en pandillas, víctimas de violencia de la calle.

Consientes de esta situación, muchos padres o madres migrantes, hacen los esfuerzos que sean necesarios para lograr la reunificación familiar.

La emigración ha provocado el surgimiento de nuevos arreglos familiares como la denominada “familia transnacional” que se sustenta en las familias extensas o ampliadas a cargo de los niños y niñas que se quedan en el lugar de origen, al tiempo que ha provocado los más diversos cambios psico-sociales y de conducta en las niñas y niños que se quedan: desde sentimientos de tristeza, abandono e  inseguridad, hasta orgullo por el “éxito” alcanzado por uno o ambos padres al migrar.  Muchos de estos “arreglos” son verbales e informales lo que produce problemas legales cuando al cabo de cuatro o más años, los padres regresan y encuentran que su hijo no los reconoce y, los abuelos, tíos o compadres, luchan hasta en los juzgados por no dejarlos ir.

Por otra parte en los últimos años ha aumentado considerablemente la emigración de niñas y niños. Mientras en la década del 60 no se registraban emigrantes menores a los 14 años de edad y solo un 10% de emigrantes adolescentes entre 15 y 19 años, a partir de la década de los años 80, las estadísticas registran la emigración  de niñas y niños menores de 14 años y un considerable aumento de los emigrantes mayores a 15 años de edad. Pese a estos cambios, es aún limitado el conocimiento de la situación de la niñez y adolescencia que participa directamente en el proceso migratorio.  Poco se conoce sobre la forma en cómo viaja la niñez, su situación en los nuevos lugares de destino,  y los impactos del proceso de adaptación, aún cuando la emigración de niñas y niños supone una alta dosis de vulnerabilidad y una severa exposición a las peores formas de violación de los derechos humanos.

El Estado ecuatoriano está comprometido a velar por los derechos humanos de sus niños, niñas y adolescentes, donde quieran que se encuentren así como a velar por los derechos de los niños y niñas que migran al país.  Por ello, ha creado un “Manual de Procedimientos de Protección a Niños, Niñas y Adolescentes en Situación de Movilidad Humana” que obliga a los diversos entes estatales a tomar acciones y pasar de la palabra a los hechos.

Para concluir, hacemos votos para que no hayan ecuatorianos que, en su afán de reunirse con sus padres, se encuentren en manos de la policía de migración en la frontera con México. A esos pequeños ciudadanos del mundo, Liz Durand Goytia dedica este poema:

Poema para los niños migrantes

 

Temprano te salieron alas

y esparces la ceniza de un vuelo inesperado.

Vuelas hacia una tierra prometida que no existe,

donde leche ni miel encontrarás.

 

Encerrarán tu vuelo en jaulas

y el miedo que aprendiste a dejar lejos

regresará a morderte por las noches.

Ningún río te besará con agua fresca,

ninguna señal de la cruz sobre tu frente

te va a guardar de la amargura.

 

Somos testigos de la decapitación de tu infancia,

de tu niñez hoy preñada de dolor,

de pies cansados y ojos secos.

 

Que la vergüenza nos cubra

cada que te preguntes o que pidas,

que el corazón nos duela

hasta que tengas alas con vuelo renacido.

 

 

 

 

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